Disfrazarse de modo sostenible e imaginativo

Disfrazarse de modo sostenible e imaginativo

El disfraz podemos ligarlo a una fecha o celebración -como el Carnaval o una obra de teatro-, pero también es posible asociarlo a otros momentos más cotidianos, especialmente en la vida de los niños. El interés del niño en el disfraz cambia mucho según la edad de éste y de las costumbres de su entorno. Es necesario tener en cuenta la edad del niño, sus gustos personales,  y a la vez el impacto de las distintas opciones con las que contamos. En este artículo me gustaría reflexionar por un lado, en la evolución de la interacción del niño con el disfraz según su edad, y por otro, en cómo ofrecer materiales que permitan hacerlo de modo sostenible. ¿Comenzamos?

Los materiales téxtiles y los más pequeños

Todos hemos visto niños muy pequeños disfrazados de cosas que despiertan «ternura» ante la mirada adulta, como flores o animalitos, o incluso de personajes televisivos, como superhéroes. La elección de estos disfraces en el caso de los niños entre 0 y 2 años es, obviamente de los padres, pues son quienes proveen los materiales pertinentes. Sin embargo, es posible una relación distinta entre los materiales téxtiles de «juego» y el niño más pequeño.

El niño de esta edad establece una relación con el material téxtil distinta, cuando ellos son los  protagonistas. Los más pequeños cuando juegan con telas pueden usarlas para envolver algunas partes del cuerpo, para esconderse, para escuchar su sonido, y mil otras variables de interacción basadas en lo sensorial y el cuerpo. La tela, según sus características, puede despertar en el niño la voluntad de establecer una relación distinta según su tamaño, color o densidad. 

(En la foto arriba, una posible cola de sirena realizada por un niño)

Cuando el niño se encuentra en esta etapa no está usando las telas para disfrazarse de una manera equivalente a como lo haría un niño más mayor, sino que se centra más en otros aspectos que le ofrece el material, porque aún no ha desarrollado el juego simbólico. Esto ocurre especialmente cuando se le ofrecen materiales abiertos, sin una forma concreta. Obviamente, si ofrecemos disfraces totalmente terminados en lugar de simples telas, la interacción será completamente distinta. 

A esta edad el adulto acompañante tiene que decidir si tiene sentido, sobretodo en los más pequeños, disfrazarles antes de que puedan disfrutar del proceso de «jugar a ser otra persona», algo que llegará con la aparición del juego simbólico. Un niño que no comprende su disfraz, ni que va disfrazado, no podrá tampoco comprender las reacciones adultas alrededor de él, las risas, las miradas o los comentarios que nacerán de su observación. 

Es posible en cambio, respondiendo a las características de la primerísima infancia, ofrecer materiales téxtiles abiertos, o incluso pinturas para el cuerpo, para que experimente de modo activo a partir de la interacción del material con su propio cuerpo, siendo protagonista de su aprendizaje.

El delicado equilibrio entre la diversión del adulto y la del niño, la participación del niño en las celebraciones culturales de una determinada comunidad, que a ciertas edades no comprende, es complejo. El niño está más cerca de la naturaleza que de la cultura. Por ello cuando las celebraciones culturales están más cercanas al ciclo de la naturaleza y a sus experiencias cotidianas, es más fácil que las integren.

Si como adultos decidimos celebrar un Carnaval, podemos hacerlo de modo pausado, progresivo, teniendo en cuenta su etapa evolutiva y sus preferencias personales, para evitar situaciones que pueden terminar siendo muy difíciles de digerir para los pequeños y poco placenteras.

Cuando nace el juego simbólico

En el momento en el que el niño ya comienza a desarrollar la capacidad imaginativa, es capaz de mezclar en su juego personajes y situaciones de lo más variados. Su fuente de inspiración puede ser la vida cotidiana y sus protagonistas, y todo aquello que haya experimentado a nivel imaginativo, a través de los cuentos, por ejemplo.

En este momento el niño puede disfrutar del enriquecimiento del juego con varios complementos que le ayuden en su representación. En la foto arriba, podéis ver una espada de cartón realizada por una niña de 5 años de modo autónomo.

A esta edad podemos optar por ofrecer materiales téxtiles versátiles, que puedan transformarse en más de un disfraz. En otras ocasiones hemos hablado de la potencialidad que tiene el juego con elementos abiertos y multifuncionales para los niños y el juego con telas. 

Es necesario también recordar que incluso a esta edad, en la que una buena parte de los niños disfrutan con la interacción de telas y complementos para enriquecer su juego simbólico, cada niño tiene sus preferencias. No todos los niños son iguales, por lo que será imprescindible dejar la opción abierta de no disfrazarse si no lo desean. La necesidad primordial del niño delante del disfraz es la de jugar, y ser protagonista en buena medida de sus experiencias lúdicas, que le ofrezcan la posibilidad de hacerlo a su modo.

Disfraces abiertos 

Si hacemos variaciones de los colores de las telas y de sus medidas, cuidando la belleza de las mismas, y a la vez optando por aquellas que puedan ser fácilmente manipulables por los niños, los resultados no dejarán de sorprendernos. No importa que no tengan sentido para nosotros, han de tener sentido para ellos. En la foto debajo, una niña de 4 años ató varios fragmentos pequeños de tela diciendo que se estaba haciendo… ¡un traje de fútbol!

Podemos cortar algunas telas a tiras, hacer algunos agujeros en otras, y presentarlas junto a algunos elementos como cuerdas o pañuelos pequeños que sirvan para unirlas. Si además añadimos materiales como papel y cartón y algunos colores, ellos mismos podrán realizar sus propios complementos.

En el gorro que veis debajo se ha usado una técnica de superposición de tiras de papel parecido a un telar, inventado por una niña de manera autónoma.

De este modo, los disfraces cambiarán a medida que evolucione su juego, incluso más allá del primer septenio. Los niños más mayores son capaces de proyectar verdaderas obras de teatro a partir de la creación de historias y de sus personajes, cuidando el más mínimo detalle.

En la foto debajo dos buhos-cesto realizados con cartón y trenza hecha con lana por niña de 10 años.  Materiales 100% reciclados.

Disfraces cotidianos, arquetipicos o mediáticos

Los personajes a los que querrán imitar, como comentábamos, tendrán que ver con los roles de las personas de su entorno más inmediato en la familia (padres, hijos, abuelos) o comunidad (como los representantes de distintas profesiones) con los personajes arquetípicos de los cuentos o libros (princesas, reyes, caballeros, piratas…), o con personajes televisivos (princesas Disney, superhéroes, robots, etc.). 

A parte de estas tres categorías de disfraces, desde luego pueden haber muchas más. También puede que deseen disfrazarse de algún elemento del mundo natural o vegetal, o incluso de objetos. ¡No hay límites a la imaginación en la selección y elaboración de un disfraz!

Volviendo a las tres categorías propuestas (cotidianos, arquetípicos o mediáticos), la imitación de los personajes más cercanos como los familiares, requieren en realidad poca inversión. Sobretodo a los niños más pequeños, les encanta ponerse la ropa, zapatos o un pequeño complemento de sus padres, y con eso están ya felices. 

En el caso de imitación de personajes que representen profesiones puede ser que necesiten algún elemento que complemente los elementos téxtiles básicos y sobretodo, objetos básicos con los que representar la profesión, los cuales no es necesario que sean totalmente descriptivos. Puede ser útiles cestos o bolsas con sencillos elementos domésticos o naturales en su interior, como pañuelos, peines, cajitas, pilas, palos, piedras o conchas.

En la foto debajo: bolsitas de tesoros realizadas por niños de 9 años, con telas recicladas.

En los casos en los que los personajes televisivos correspondan con personajes arquetípicos (como sería el caso de las princesas Disney), hemos de ser conscientes de que pueden entrar en competición entre sí. La princesa de un cuento tradicional, además de tener un significado simbólico, no corresponde a una estética contemporánea o cerrada, especialmente si el cuento ha sido narrado de manera oral. Cada niño o niña puede construir en su mente una idea de cómo es esa princesa, y no habrán dos iguales. Sobre este tema os hablaré con más profundidad otro día.

Si a los niños se les ofrecen materiales para que creen su propio disfraz de estos personajes, podrán tomar las decisiones pertinentes con elementos muy sencillos. Pero si su objetivo es el de parecerse a un personaje televisivo, el cual muestra una estética muy determinada, será mucho más difícil que le satisfagan unas simples telas. Obviamente cuando llega la petición de adquirir el disfraz por parte del niño, es decisión de los padres optar por la versión comprada o por otras opciones que no pasen por la adquisición del disfraz «oficial».

Una opción alternativa a la compra del disfraz televisivo, y que estimule su imaginación, es por lo menos hacer juntos una versión del disfraz realizada en casa.

Un ejemplo: una corbata de Harry Potter casera.

Las ventajas de los disfraces sostenibles

Como véis, las ventajas de usar materiales abiertos en los disfraces son enormes, de cara a que puedan adecuarse a distintas estéticas y personajes. Los niños pueden divertirse mucho y desarrollar su imaginación y habilidades de psicomotricidad fina con esta opción, además de ser los protagonistas de sus aprendizajes.

Claramente esta opción permite al planeta ahorrar muchos recursos téxtiles de uso puntual, pues los niños no usan los disfraces con mucha frecuencia, y en cambio, crecen con gran rapidez.

Otras opciones sostenibles para disfrazarse, además del uso de telas como elemento multifuncional, pueden ser:

  • Alquilar o compartir un disfraz ya realizado.
  • Reciclar, reparar o transformar un disfraz del año anterior.  Podemos incluso cambiar de un personaje a otro, o variar su personalidad, con un poco de imaginación.
  • Comprar un disfraz de segunda mano.
  • Adquirir algún elemento de ropa en tienda de segunda mano que pueda combinarse con otros. Por ejemplo, si queremos realizar un disfraz de pirata, un chaleco de hombre de medida pequeña puede ser útil.
  • Realizar un disfraz o un pequeño complemento a partir de restos de telas o prendas que ya no nos van o están estropeadas (mucho mejor que comprar telas nuevas sólo para el disfraz).

En la foto arriba: Pippi Calzaslargas con medias recicladas, y falta de adulto reciclada.

Según las circunstancias y edades, podemos promocionar que el niño sea protagonista del proceso de creación del disfraz, que colabore con la ideación o creación al menos de una parte, o que sea el adulto quien realize el disfraz. La experiencia de ver a los adultos involucrados en la realización de un disfraz reforzará los vínculos y le ofrecerá la posibilidad de adquirir nuevas habilidades técnicas a partir de la observación.

Podemos dejar que el niño haga su viaje desde la mera interacción sensorial con la tela, al disfraz más abstracto para terminar  en el más detallado, de manera progresiva. De ahí podrá continuar su camino viajando de los personajes más cotidianos y arquetípicos a los más televisivos, que más tarde o más temprano, llegarán. Es importante ser conscientes de la diferencia entre participar activamente de la creación de un disfraz (incluso si lo hacen los padres), y la simple compra. 

El disfraz perfectamente acabado, por mucha fascinación que genere, es una opción muy distinta a nivel imaginativo. Obviamente puede haber un momento para cada cosa, y es cierto que la exposición a la belleza también tiene sus ventajas, pero lo importante es comprender la diferencia entre ambas opciones. No sólo para el cultivo de su creatividad y el respeto a sus tiempos y preferencias, sino también por el impacto ecológico que suponen tantos disfraces de uso limitado.

Podemos acompañar al niño en la experiencia de disfrazarse para que su vivencia le ofrezca momentos de diversión y aprendizaje, y a la vez le acerque a la comprensión del impacto de nuestro consumo, progresivamente y a medida que va creciendo. A través de nuestro ejemplo, podemos enseñarle que la creatividad puede ir de la mano de la sostenibilidad, si aprendemos a ver los beneficios de relacionarnos con la materia desde otro lugar.

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Maria Folch. Artista y educadora artística, terapeuta de flores de Bach y Reiki y asesora formada en Crianza Natural y pedagogía Waldorf. Formadora y divulgadora a través de este blog.



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