12 Oct La creatividad del niño en la mirada a medio y largo plazo
En ocasiones nos hace falta una mirada a medio y largo plazo para comprender para qué sirven los juegos y acciones que realizan los niños de manera natural.
Y es que en especial, durante los primeros años de vida del niño, podemos caer en la tentación de pensar que en el juego espontáneo del niño no hay aprendizajes importantes, sino puro entretenimiento. Nada más lejos de la realidad.
El niño aprende en los primeros años entre otras cosas, a través de este maravilloso recurso que es el juego, el cual le lleva a conocer el mundo y sus posibilidades, y hacerlo disfrutando. Son años realmente mágicos, en los que suceden una cantidad increible de aprendizajes en poquísimo tiempo.
El camino de cada niño es, además, distinto. Si pensamos en los niños como en los adultos que serán el día de mañana, nos daremos cuenta enseguida que no tiene sentido uniformizar su acompañamiento. Aunque hay cosas que son comunes en cada etapa, pero cada niño tiene sus particularidades, igual que los adultos.
Si imaginamos que esos niños se convertirán en jóvenes y adultos a largo plazo, los veremos de forma distinta. Lo fascinante además es que no tenemos ni idea de cuál va a ser su camino o vocación. Pero podemos hacer lo posible para que vayan construyendo las bases de los conocimientos que necesitarán con el tiempo acompañándoles en sus intereses y permitiéndoles desarrollar las habilidades que pueden desplegar en cada etapa.
Cuando hablamos de niños del primer septenio, por ejemplo, es importante tomar consciencia de que, por banales que puedan parecernos algunas de sus actividades de juego, están comenzando a adquirir el conocimiento del mundo y las destrezas necesarias que les llevará más tarde a adquirir conocimientos más cercanos a lo que podríamos definir como «formales»o «académicos».
Por ello, es importante meditar acerca de la importancia de estar abiertos a sus elecciones en su juego espontáneo, y situarnos ante sus actividades, con un acompañamiento sin juicios y que sepa ver más allá del momento presente.
Si estamos atentos nos daremos cuenta de que muchas de esas esas acciones que en ocasiones parecen no tener sentido o importancia, son grandes logros y señales de un apasionante camino que tan solo está comenzando.
Os voy a poner algunos ejemplos:
– Del juego-modelado con el barro espontáneamente y sin un objetivo concreto pasará más adelante a la elaboración intencional de figuras con formas reconocibles, en cuanto haya adquirido unas competencias básicas y nazca en él el deseo de realizar formas proyectadas.
– De la realización de una costura espontánea en un papel transitará hacia un trabajo manual planificado y terminado, en el que se habrá sabido combinar un conocimiento técnico con una espontaneidad que nunca se perdió porque se respetó en sus primeros intentos.
– Transitará de los primeros intentos imitativos de las formas de las letras hacia trazos totalmente reconocibles que a su debido tiempo se pondrán al servicio de obras mucho más complejas.
– La elaboración de unos elementos decorativos espontáneos con apenas unos garabatos en unos papeles recortados con formas arbitrarias será puede ser el primer paso hacia la comprensión del concepto de decorar un ambiente. De ahí llegará, con el tiempo, tal vez a una cenefa recortada con formas controladas, o bien unas pajaritas con origami, para lo cual ha sido necesario un trabajo de precisión considerable.
– De unos calcetines improvisados con trozos de tela anudados, a unos calentadores realizados con una técnica de hacer manualidades estructurada hay muchos pasos previos que van desde la exploración con todo el cuerpo, a la comprensión del concepto de vestimenta, y la adquisición de técnicas de costura precisas y estructuradas.
Entre los primeros intentos de actividades espontáneas y las actividades más estructuradas, para las que se requieren muchas más competencias, pueden haber incluso entre 3 y 6 años de diferencia, llegando incluso más allá de los siete años. Los cambios, vistos con la perspectiva del tiempo, son enormes, y sorprendentes. Y es que el tiempo de la infancia es lento, pero en él todo tiene un sentido.
Por ello no es necesario intentar acelerar los procesos naturales de los primeros años de vida. Podemos favorecerlos ofreciendo materiales y actividades que fomenten la exploración y el desarrollo de la psicomotricidad fina, la coordinación y la experiencia sensorial del tacto con distintos materiales.
Sobre todo, podemos acompañarles en la alegría del descubrimiento, y en el asombro que sienten cuando van adentrándose en los secretos de la vida a través de sus experiencias, y al ritmo de sus propias capacidades. Será indispensable para ello, que puedan convivir con adultos que realicen actividades que sean comprensibles para ellos, y que a la vez sepan acompañarles en sus tareas sin disminuir el potencial de sus propios procesos de aprendizaje.
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Maria Folch. Artista, educadora artística, terapeuta de flores de Bach y Reiki, asesora formada en Crianza Positiva y Pedagogía Waldorf. Vive y trabaja en Reggio Emilia, Italia. Realiza formaciones y asesoramientos a personas individuales, familias o escuelas en las que une recursos creativos y de crecimiento personal. Divulgadora a través de este blog: www.ebeca.org
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