Modelos de crianza según las diferentes culturas

Modelos de crianza según las diferentes culturas

Pasear por una librería para descubrir libros de crianza interesantes te puede llevar a conocer nuevos campos del saber. Esto es lo que me ha ocurrido al descubrir un interesantísimo libro llamado «Nuestros hijos y nosotros» de Meredith Small.

En este post os hablaré de su libro y de la etnopediatría, una disciplina científica que une varias disciplinas, como la antropología, la psicología del desarrollo o la biología evolutiva.

No va a ser un artículo exactamente de citas como otros de este apartado del blog, pero sí podríamos decir que se trata de un resumen de una parte del libro que incluye reflexiones que espero puedan serte útiles.

Introducción y tema central del libro

El libro navega por distintos tipos de sociedades, tanto industrializadas como tradicionales, con el objetivo de estudiar cuáles son sus modos de ver la crianza, un viaje que va de la mano de los estudios que diversos grupos de profesionales han realizado, la mayoría in situ, conviviendo con los integrantes de las sociedades estudiadas. Entre los grupos de profesionales que utiliza para la elaboración de su estudio, destaca el trabajo y la función de la etnopediatría, una disciplina reciente que ha desplazado su tema central de interés en el estudio de la especie humana desde los primeros años de vida, en lugar de estudiar solamente los individuos adultos de la especie como había sido hasta hace poco la mirada mayoritaria.

Más concretamente, su intención es analizar la interacción de la biología con la cultura en la época infantil, y ofrecer sus estudios comparativos como una información que contribuya a reflexionar sobre los distintos modelos de crianza, ampliando la propia mirada y modificándola si se considerara necesario.

Desde un inicio, la autora, muestra de un modo claro el mensaje que nos transmite: gracias a la visión intercultural, tenemos la oportunidad de descubrir cuáles son los posibles conflictos que existen entre el bebé y el cuidador, y sobretodo, entre la biología y la cultura. El libro de Meredith Small contribuye comprender dónde puede residir el conflicto, si es que lo hay, y en qué medida la cultura de una sociedad influencia la manera de pensar de los padres.

Nuestra sociedad y los distintos modelos de crianza

El ejercicio de comparar culturas venía plenamente aconsejado en las recomendaciones de viaje EBECA. Me parece un modo muy interesante de descubrir que tal vez algunas de nuestras “verdades inalterables” en realidad pueden ser producto de nuestra herencia cultural o familiar, y que las hemos adoptado sin cuestionar si son válidas para nosotros.

Como bien apunta Small en su libro, el sentimiento general de los individuos de una cultura en cuanto a sus valores, es el de estar en “lo cierto”. Sin embargo, lo curioso es que en nuestra sociedad occidental industrializada, los distintos miembros de una comunidad (padres, abuelos, vecinos…) difieren entre sí en modelos de crianza.

Meredith Small nos hace reflexionar sobre los cambios en nuestra cultura en los últimos años: las familias menos numerosas, incorporación de la madre en el mercado laboral…Todo ello afecta al modo en que criamos a los bebés, pero se cuestiona si desde el punto de vista biológico, los bebés han podido evolucionar para adaptarse a todos estos cambios.

A través de su mirada intercultural comparativa, nos recuerda que todos los bebés del mundo son parecidos en cuanto a necesidades vitales, las cuales resume como: comer, dormir y gozar del apego emocional; y se pregunta si éstas necesidades se ven menos atendidas o respetadas bajo los imperativos de nuestros modos de vivir.

Los etnopediatras están tratando de dar respuesta a esta pregunta, recopilando datos de distintas culturas para poder descubrir qué es lo que más interesa al bebé para su bienestar, al margen de la cultura en la que vive.

La influencia de la cultura

Como punto de partida, Small nos plantea que no siempre se ha pensado que la cultura pudiera tener una influencia sobre nuestro modo de actuar. El libro destaca en concreto la escuela “cultura y personalidad”, fundada por Mead y Benedict en los años 20. Estos investigadores estudiaron el modo en que la cultura influenciaba el modo en que se transmitían los valores en la sociedad de padres a hijos. En su modelo quedaba implicito que el ser humano es flexible, y puede cambiar sus ideas influenciado por su entorno. Lo más difícil, reflexiona Small, es detectar los valores culturales inconscientes incluidos en los distintos métodos de crianza. La cultura puede llegar a influenciar mucho en las decisiones paternales, pero a la vez actúa de un modo muy sutil.

Antes de estudiar su influencia en el comportamiento humano, Small considera imprescindible definir qué es la cultura, a pesar de la dificultad que entraña encontrar una definición global, pues estamos y vivimos en ella.

Académicamente, nos recuerda que “la cultura es el conjunto de ideas y productos compartidos y aprendidos de una sociedad. En otras palabras, es el modo de vida compartido por un pueblo, incluyendo sus creencias, su tecnología, sus valores y normas, todo lo cual se transmite de generación en generación, a través del aprendizaje y la observación”.

Más concretamente, la autora nos quiere hacer reflexionar en primer lugar de hasta qué punto la personalidad infantil puede ser modelable por la cultura. Hay grandes pensadores que han hecho que cambiemos nuestra mirada sobre la infancia. Este es el caso, comenta Small, del psicólogo ruso llamado Lev Semyonovich Vygotsky. Parece ser que Vygotsky discrepaba de la visión que ofrecía otro gran personaje histórico, Jean Piaget, que había definido las etapas de desarrollo infantil en etapas fijas, que supuestamente todos los niños tenían que seguir de modo más o menos universal. Vygotsky pensaba que esta categorización se había hecho sin tener en cuenta el contexto social, con niños muy concretos, en un ambiente de “laboratorio” y que no tenía en consideración e potencial transformador del entorno social y cultural. Vygotsky daba gran importancia pues a la influencia que ejercían instituciones sociales como la escuela, o el sistema político.

Pequeño viaje por la antropología de la crianza

Como apunta al autora, un factor indispensable a considerar en la comparación intercultural de sociedades son los objetivos de los padres, qué esperan de la crianza de sus hijos. Pero esta comparación, comenta, tiene que ir indisociablemente acompañada de un estudio de otros factores, como el modo de subsistir, de producir sus bienes y distribuirlos, de la calidad y tipo de interacciones sociales, y las normas y valores por los que se rige. Small realiza un análisis comparativo muy completo, con lenguaje ameno y comprensible, del que nada más que extraeré algunos datos a modo de ejemplo.

En el estudio que nos presenta establece una primera diferenciación entre sociedades industrializadas y tradicionales, entendiendo que es difícil establecer una línea divisoria clara, pues hoy en día apenas quedan sociedades tradicionales “puras”, e incluso dentro de las consideradas “industriales” no todo el mundo se rige por los mismos valores. Para explicar de dónde procede esta categorización, la autora nos recuerda dos hechos determinantes en la historia de la humanidad: la revolución agrícola, a partir de la cual el hombre dejó de ser nómada, y la más reciente revolución industrial.

Otros parámetros que tiene en consideración su estudio son: el modo de alimentar a los bebés, el modo en que duermen en la familia, la cantidad de tiempo que pasan en familia, cuáles son los cuidadores, la psicomotricidad, el modo de educar, la calidad de las relaciones personales o la distribución del trabajo. Todo este conjunto de datos nos los presenta, entre otras cosas, para poder comprender los objetivos de los padres de cada sociedad con respecto a la crianza.

Atendiendo a la categorización según los distintos modos de subsistencia, nos presenta tres sociedades tradicionales: los !Kgun San del Kalahari, los Aches de Paraguay, y los Gusii de África Oriental, y dos sociedades industrializadas: Estados Unidos y Japón.

En los pueblos tradicionales, que viven de la caza o la recolección, el tipo de trabajo es distinto (obviamente no es lo mismo ir al campo a recolectar que ir a una oficina o a dar una conferencia), pero también lo es el modo en que la madres concilian la crianza con sus compromisos profesionales o de subsistencia.

Las madres !Kung San se llevan al bebé al campo a recolectar, mientras que las estadounidenses suelen dejarlo al cabo de unos pocos meses a cargo de algún cuidador.

Para la sociedad !Kung San la sociabilidad es muy importante. En cuanto el niño tiene siete meses comienza a pasar periodos sin la madre, y a los dieciocho ya pasa tiempo con niños y adultos de distintas edades.

Este pueblo, que es uno de los últimos pueblos cazadores y recolectores que quedan en la tierra, tiene además una concepción de la tierra bastante comunitario en la que se establecen lazos entre las personas a través de intercambios colaborativos a largo plazo, en un complejo sistema llamado hxaro.

Los objetivos de los padres !Kung San están en sintonía con su filosofía de vida y valores: son la integración social, la movilidad y la reciprocidad.

En el caso de los Gusii de África occidental, tienen como modo de subsistencia el ganado y los cultivos. Se trata de una sociedad tradicional distribuida por clanes y tribus relacionadas con el parentesco.

El objetivo primario de los padres Gusii es la supervivencia física, pues sólo el 50% de los niños nacidos vivos llegan a la edad adulta. Por ello, la madre pone mucho esfuerzo en el cuidado de su bebé, lo carga todo el tiempo, lo alimenta a demanda y duerme con él. Como apunta la autora, una madre Gusii no concebiría dejar llorando al bebé solo en otra habitación, como puede ocurrir en algunos hogares occidentales.

El segundo objetivo de los padres Gusii es criar a un niño dócil y obediente, pero lo hace a través de una educación que como occidentales nos chocaría. Consideran al niño como inferior, y que su modo de aprender debe ser por imitación, por lo que no hacen ningún esfuerzo por enseñarle cosas, salvo el miedo a algunos peligros, que consideran importante para sobrevivir. A nivel social los niños Gusii pueden ser cuidados por un hermano mayor o niñera joven que suele ser de la familia. Dado que se espera que aprendan por observación, también están presentes en los eventos sociales pero sin ser el centro de atención de ellos.

Este segundo objetivo de intentar que el niño sea obediente, tiene relación con el modo de subsistencia: cada núcleo familiar, ayudando en el campo o con el ganado, es una unidad económica, y los niños deben contribuir a ese núcleo. En este punto la concepción de la infancia actual en occidente dista completamente de la mirada gusii, donde la infancia es considerada como un periodo para aprender y jugar.

La tercera sociedad tradicional analizada por Small son los aches de Paraguay. Hasta hace poco vivían en grupos entre 15 y 70 individuos, cuya relación se basaba en el parentesco o la amistad. Eran nómadas, cazadores y recolectores. Distribuían entre sus miembros los frutos de la caza y la recolección.

La maternidad se vivía de manera muy intensa, tanto por el número de hijos -unos ocho de media- como por la dedicación que se da al bebé. Las madres no se separaban del bebé casi hasta los tres años. Se solía desalentar la exploración física, probablemente por los enormes peligros de la selva. Como consecuencia, los aches estaban más atrasados a nivel de psicomotridad que los !kung san o los niños occidentales.

Actualmente esta sociedad está atravesando muchos cambios, y con ellos, también se están modificando las decisiones relacionadas con la crianza. Ahora viven en casas separadas, las mujeres se dedican al huerto y pasan menos tiempo con los hijos, los destetan antes, y tienen una relación menos estrecha con ellos. A su vez los niños han comenzado a contribuir a la economía familiar, ayudando en los sembrados o en casa.

Tal vez una de las sorpresas del libro viene cuando la autora compara dos sociedades altamente industrializadas: Japón y Estados Unidos. He de decir que aunque no tengo conocimiento directo de estas sociedades, la idea que tenía de ellas era de que pudieran ser más próximas en sus estilos de crianza y valores , y parece ser que no lo son tanto.

El objetivo de la comparación de estas dos sociedades, según la autora, es evidenciar que a pesar de tratarse dos culturas altamente industrializadas que tienen muchos aspectos en común pero que a la vez difieren en muchos valores culturales, los cuales se concretan en diferencias en los objetivos de los padres y en consecuencia, diferentes estilos de crianza.

Una de las primeras diferencias que destaca la autora es que detrás de los extraordinarios resultados económicos conseguidos por Japón hay todo un trabajo arraigado en un profundo sentido de colectividad y no tanto en la promoción del éxito individual. Small comenta que hay algo de la concepción comunitaria que tenían las sociedades de cazadores y recolectores en la cultura japonesa, en la cual se considera que cada individuo forma parte de un colectivo. Incluso en el ámbito familiar, se busca el beneficio del grupo de tal modo que no sea incompatible con tener a la vez un sentido del yo individual.

Mientras que en Norteamérica conviven muchas visiones distintas sobre la crianza, en Japón, comenta la autora, está visión es mucho más unitaria. La concepción del niño es el de un ser bueno y puro al que hay que mimar y complacer y que a la vez ha de ser incorporado progresivamente al núcleo familiar. En Japón, a través de los cuidados intensivos y amorosos de la madre, se espera establecer una relación de fusión del bebé con ella, no de independencia. A ojos americanos esta estrecha relación entre madre e hijo podría verse como algo a rectificar, y en cambio para las japonesas este tipo de relación de dependencia inicial se considera como el signo de que se está estableciendo un vínculo sano y la garantía de una seguridad emocional futura.

Small hace alusión para ser más concretos, a algunos estudios comparativos entre los modos de actuar de las madres japonesas y americanas. Parece ser que la diferencia principal no radica en la cantidad de tiempo. Aquello en lo que más distan es en la calidad de la interacción. Las madres japonesas son más tranquilas, mientras que las americanas gustan más de la estimulación a todos los niveles y suelen utilizar expresiones faciales más exageradas.

Con respecto a Estados Unidos, la autora destaca como valor cultural con gran influencia en la crianza la búsqueda de la individualidad y de la adquisición de la seguridad en uno mismo. A su parecer, este objetivo coincide con los objetivos de esta nación a todos los niveles: cultural, social, geográfico y político, en una sociedad regida por un sistema capitalista que premia el éxito individual. Los niños en este sistema no contribuyen a la producción de bienes, sino que más bien son una pesada carga económica durante muchos años.

Una de las mayores preocupaciones de los norteamericanos acerca de los cuidados del bebé, comenta Small, es el sueño infantil. En esto, la cultura norteamericana es distinta de otras que ponen su foco de atención en la alimentación o la motricidad. Small destaca también que existen otras diferencias en el trato con el bebé: los norteamericanos tienen un contacto mucho menor que los bebés Gusii africanos, casi la mitad que éstos, la lactancia no es la opción mayoritaria, y se vive de modo distinto, a horas fijas.

Según su opinión, detrás de algunas de las prioridades de los padres americanos se encuentra la preocupación de controlar el comportamiento del bebé, y de intentar no “malcriarlo”. Por este motivo, las respuestas al llanto y a la alimentación en esa sociedad están condicionadas por este miedo, una actitud que no existe en sociedades en que el llanto es interpretado como comunicación de una necesidad.

Una característica de la crianza norteamericana que destaca el libro y que me ha parecido crucial es la elección de cuál suele ser la principal persona de referencia proveedora de información para los padres, la cual les ayudará a valorar aquello que es normal o no durante la crianza. Esta figura, en la sociedad norteamericana actual es el pediatra, generalmente un varón, blanco y de clase media. A pesar de que muchos no tienen especialidad en desarrollo infantil, ellos son quienes tradicionalmente en esta sociedad comparan al bebé con los valores de media de que lo que es esperable en cada etapa de crecimiento. Como fuentes de información, después del pediatra, los norteamericanos suelen consultar manuales sobre crianza y en última instancia, a sus familiares y amigos.

En cuanto a la educación en Estados Unidos, comenta Small, el peso recae especialmente sobre los dos progenitores, pues el esquema de familia común es el nuclear, y no se dispone de una comunidad de apoyo extensa como en otras sociedades. Destaca como importante también el hecho de que se considera que el trabajo del niño es aprender, y los padres ponen todo el esfuerzo en que así sea, convirtiéndose en sus primeros maestros desde un inicio. Las diferencias con la sociedad japonesa estriban en aquello que se considera prioritario que los niños aprendan. Las japonesas tienen como preferencia que los niños adquieran habilidades personales pero que sean útiles dentro de un grupo, como la cortesía y el autocontrol. Las norteamericanas en cambio prefieren que los niños dominen la palabra hablada y como herramientas sociales dan especial importancia al hecho de compartir.

Conclusiones

El libro no termina ni mucho menos ahí. Es muy rico en ejemplos y datos que hacen reflexionar y ver el tema de la crianza desde una nueva perspectiva, mucho más amplia. Leerlo puede ayudarnos a comprender mejor las distintas miradas sobre la crianza en nuestro propio entorno, en el que cada vez con mayor seguridad encontraremos personas de distintos países o de distintas miradas sobre cómo es necesario criar un niño.

Y sobretodo, os animo a profundizar con este y más libros acerca de las características biológicas de los bebés en todo el mundo, porque el niño nace como un ser de naturaleza, y va entrando en cada una de las culturas en las que se integrará de manera progresiva.

Sin embargo, esta entrada irá llegando con el tiempo. Lo importante es que los condicionantes culturales no dejen de lado las necesidades biológicas del niño, sobretodo en un momento histórico en el que cada vez sabemos (o podemos saber) más acerca del niño y de su desarrollo en los primeros años.

Algunas conclusiones importantes de este libro, según mi punto de vista son:

– No hay un modo ideal ni perfecto de criar.

– La crianza es algo flexible, como también lo son los bebés, pero con unos límites condicionados por sus necesidades biológicas, ajenas a la cultura. Conocer estas necesidades ayuda a situar el margen de maniobra para la toma de decisiones.

– Hay una relación directa entre la cultura, las condiciones físicas, el sistema económico de un país y las decisiones y objetivos de los padres.

– La información intercultural sobre distintos modos de criar puede contribuir a la toma de decisiones que encajen tanto con la biología del bebé como con la necesidades de los padres, y de hacer que estas decisiones sean más conscientes y menos automáticas o tomadas bajo influencias e intereses ajenos a los de los padres y a los del bebé.

De aquí podríamos hacernos preguntas como ¿de dónde procede la idea de niño que tengo? ¿Soy consciente de cuál es y en qué grado está más relacionada con la cultura a la que pertenezco y a las ideas heredadas, que a lo que sabemos sobre la biología del niño y de su desarrollo? Desde luego esta es la propuesta de la autora del libro «Nuestros hijos y nosotros», y que os hago extensiva desde esta breve reseña de su libro.

Deseo que os haya resultado interesante y os haya despertado la curiosidad para investigar y seguir profundizando en las característica de la infancia y cómo acompañarla de la manera más respetuosa posible con su naturaleza.

Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo entre tus conocidos: puede que les estés aportando algo útil para sus vidas.

SOBRE LA AUTORA

Maria Folch. Artista, educadora artística, terapeuta de flores de Bach y Reiki, asesora formada en Crianza Positiva y Pedagogía Waldorf. Natural de Barcelona, vive y trabaja en Reggio Emilia, Italia, y ha vivido en NY varios años. Realiza formaciones y asesoramientos a personas individuales, familias o escuelas sobre crianza, creatividad, comunicación positiva y crecimiento personal. Tiene una hija de 11 años que ha crecido en tres paises distintos. Divulgadora a través de este blog www.ebeca.org



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