Miedo, terror y espiritualidad

Miedo, terror y espiritualidad

Caminando por la calles de Brooklyn me encuentro con una mano cortada, llena de sangre, en el suelo. Es de plástico, pero increíblemente realista. Las puertas de los Brownstone de Park Slope están llenas de elementos que podríamos relacionar con varios tipos de películas de terror. Algunos elementos son claramente infantiles, como cenefas de calabazas, con rostros solo ligeramente malignos.

Otros, en cambio, parecen salidos de «La noche de los Zombies», o como mínimo de un barco de «Piratas del Caribe». Esta especie de paseo a pleno día por un tunel del terror puede resultar curioso para un adulto o adolescente, incluso divertido. ¿Pero qué ocurriría si, paseando con una niña de 4 años que señalara una calavera de cuerpo entero para nada neutra, colgada de una puerta -junto con una ingente cantidad de telarañas-, preguntara: «esto es real»? Me surgen serias dudas sobre la respuesta más adecuada, sobre el motivo que nos ha llevado al uso indiscriminado del simbolismo del cine de terror, y las consecuencias de esta normalización para la primera infancia.

Estamos a las puertas de una celebración que cobra muchísimos nombres: Halloween, Samhaín o día de los muertos, por citar algunos. No voy a hacer un estudio exhaustivo de ellas, pero al menos sí mencionar algunos aspecto que me parecen clave de ellas.

En el imaginario de nuestra cultura occidental los referentes culturales que se mezclan en estas fechas, tanto la vigilia del 1 como el 1 y el 2, son, en algunos aspectos, de índole absolutamente distinta.

Samhain era una fiesta gaélica que señala un momento del año relacionado con el fin de las cosechas, fin del verano e inicio de la temporada invernal. Una fiesta pagana en la que se consideraba que el Umbral entre los vivos y los muertos se hacía más sutil, y que éstos podían visitar nuestras casas. Por ello, se preparaban ofrendas para acogerles, y la costumbre de disfrazarse de hadas o espíritus a cambio de comida, procedía de esta idea.

La Iglesia también celebró el día de los Santos el dia 1 y el de los Difuntos el día 2 de Noviembre. En México, el día de los muertos, celebrado hace más de 500 años, deriva de la mezcla de festividades prehispánicas y Católica, en la que se celebra el regreso temporal a la Tierra de los familiares difuntos que cruzan el Mictlán para estar con sus familiares.

En Estados Unidos, la fiesta de Halloween es una heredera de las tradiciones celtas, llevadas por inmigrantes irlandeses y escoceses, pero obviamente mezclada con toda una carga de cultura visual procedente del mundo del cine de terror.

Respetando las elecciones que cada persona, familia o escuela realice para este día, quisiera compartir una reflexión importante.

Creo que es muy esencial meditar en el sentido de los rituales que elegimos en nuestra vida, para que esté en línea con nuestras creencias. Más aún si tenemos que hacer partícipes a los niños de estas celebraciones. Por ello creo que es importante pararse un momento antes de decidir qué tipo de celebración queremos crear en esta festividad.

Crear un ritual en relación con los ciclos de la tierra puede parecer extraño cuando vivimos alejados de la naturaleza y ya no cultivamos la tierra. Pero es posible hacerlo, por ejemplo, comiendo y eligiendo comida de estación.

También puede tener sentido venerar de algún modo a nuestros ancestros, creamos o no que exista un mundo espiritual, y que sea posible que nos conectemos con él. Si en cambio estamos convencidos de que esa otra dimensión existe y de algún modo está poblado de almas que han sido nuestros seres queridos y que velan por nosotros, vale la pena trasmitir ese mensaje de serenidad y de gratitud a los más pequeños.

Desde esta óptica, ¿qué sentido tiene, cuando los niños son muy pequeños, unir a esta celebración elementos procedentes del cine del terror? Con frecuencia, la incorporación de elementos cinematográficos de este género, confunden al niño, el cual relaciona lo espiritual con algo maligno o negativo. Convendría cuestionarnos el objetivo de llevar todo este simbolismo a los niños más pequeños.

En este sentido sería importante distinguir entre el efecto en la psicología del niño del relato oral de cuentos tradicionales, o la visualización de imágenes procedentes del cine, con el único objetivo de generar miedo, y sin una visión positiva de la espiritualidad. En los cuentos, en cambio, el mal existe de manera simbólica, y está encarnado por personajes que son vencidos por las fuerzas del bien. Al tratarse de un relato verbal, sin imágenes, el impacto sobre las emociones del niño es mucho menor.

Dejo esta reflexión para que cada uno se cuestione acerca del modo en que desea presentar el mundo espiritual a los niños en estos días. Si pensamos que este aspecto es importante, buscaremos un modo de hablarles de esa otra dimensión que sea positiva, y crearemos una celebración acorde con ella, que transmita valores importantes como la gratitud y el amor hacia nuestros antepasados y la esperanza hacia un futuro mejor, que podemos construir entre todos.

Algunas ideas para realizar con niños en estos días:

En la foto, velas realizadas con restos de ceras recicladas y calabazas de decoración reales compradas en el mercado de km0 de la ciudad. Las cuatro gotas de purpurina superficiales del único bote, heredado de otra persona que ha pasado por mis manos, en años de manualidades, para despedir la noticia de la eliminación de la venta de purpurina en Europa.

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SOBRE LA AUTORA

Maria Folch. Artista, educadora artística, terapeuta de flores de Bach y Reiki, asesora formada en Crianza Positiva y Pedagogía Waldorf. Vive y trabaja en Reggio Emilia, Italia. Realiza formaciones y asesoramientos a personas individuales, familias o escuelas en las que une recursos creativos en versión sostenible, y de crecimiento personal. Divulgadora a través de este blog www.ebeca.org y el podcast «Creatividad Consciente«.



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