Obediencia y voluntad

Obediencia y voluntad

En mi diario de ruta hoy comparto con vosotros un viaje imaginario, porque los libros nos hacen viajar. Este pequeño trayecto comienza con el (re)descubrimiento de un clásico de la literatura, «El libro de la Selva», y su relación con el trabajo de una increíble profesional, la psicóloga Alice Miller, que nos dejó un legado absolutamemente vigente para todos aquellos no solo que trabajen en ámbito educativo, sino que tengan interés en profundizar en su autoconocimiento y en aquello que todavía hoy les condiciona, sin saberlo, y que procede de su propia infancia.

¡Buena lectura!

«El libro de la Selva» no es como imaginabas

Rudyard Kipling fue un famoso escritor nacido en Bombay en 1865, internacionalmente conocido por obras como “Kim”, “Capitanes intrépidos” o “El libro de la Selva”. Fue un firme defensor del Imperio Británico, tal como queda reflejado en sus obras.

Para comenzar este post os traigo un fragmento de uno de sus textos tal vez más conocidos, no tanto por su versión escrita como por su versión cinematográfica, de la factoría Disney: el Libro de la Selva. La película infantil, sin embargo, está basada en una sola de las historias de animales que aparecen en el libro, la del Mowgli, el niño que crece ente los animales de la Selva.

imagen de ecartelera

La última de las historias del libro se denomina “Los servidores de su Majestad”. En ella se relatan las conversaciones entre los diferentes animales que colaboran con el ejército indio: mulos, caballos, bueyes, camellos, elefantes. Los diálogos entre ellos están llenos de sentido del humor, pues hablan de cómo viven los diferentes trabajos para los que han sido elegidos, lo que les gusta y lo que no de ellos, las preguntas que se hacen, y las que no se hacen…

Sin embargo la historia no busca ser un mero entretenimiento. La moraleja con la que concluye el cuento desvela cuál es el posicionamiento del autor con respecto al modo en que es posible gobernar un ejército de gran cantidad de individuos (animales y humanos) con éxito.

Os lo cuento compartiendo algunos fragmentos de este último capítulo e historia del libro.

Así describe Kypling en esta historia lo que sería un desfile:

“El gran desfile de treinta mil hombres tuvo lugar aquella tarde, y Vixen y yo conseguimos un buen sitio, cerca del Virrey y del Emir de Afganistán, con su enorme gorro de astracán, alto y negro, que tenía una gran estrella de diamantes en el centro. La primera parte de la revista salió maravillosamente. Los regimientos iban pasando por delante de nosotros, oleada tras oleada de piernas moviéndose a la vez, y de fusiles todos puestos en fila, hasta que se nos empezó a nublar la vista. Entonces salió la caballería, con ese medio galope tan bonito, al compás de Bonnie Dundee, y Vixen, sentada en su carrito, enderezó una oreja al oírlo. El segundo escuadrón de lanceros pasó a toda velocidad y allí iba el caballo, como una borla de seda hilada, la cabeza pegada al pecho, una oreja hacia delante y una hacia atrás, marcando el paso de todo el escuadrón, moviendo las patas con la suavidad de un vals.”

(no continúo con la descripción del desfile, que aún continúa en el libro, porque quiero llevaros justamente a la moraleja del cuento):

“Entonces oí a uno de los jefes del Asia Central, ya mayor, que tenía el pelo largo y canoso, haciendo preguntas a un oficial indígena.

Dígame- le rogó -: ¿Cómo se ha logrado hacer algo tan maravilloso?

Y el oficial contestó:

Se ha dado una orden y la han obedecido.

Pero ¿acaso los animales son tan sabios como los hombres? – dijo el jefe.

Obedecen igual que los hombres. El mulo, el caballo, el elefante, el buey, obedecen a su guía; y el guía a su sargento; y el sargento a su teniente; y el teniendo a su capitán; y el capitán a su mayor; y el mayor a su coronel; y el coronel a su brigadier, que está al mando de tres regimientos, y el brigadier a su general, que obedece al Virrey, que está al servicio de la Emperatriz. Así se ha logrado hacer.

¡Ojalá fuera igual en Afganistán!- dijo el jefe- Allí cada uno obedece a su propia voluntad..

– Y por esa razón – dijo el oficial indígena, retorciéndose la punta del bigote- vuestro Emir, a quien no obedecéis, debe venir aquí a recibir órdenes de nuestro Virrey”.

Palabras y expresiones como orden, obediencia, guía, voluntad, o estar al servicio, puede parecer que formen parte de un vocabulario exclusivamente militar. Sin embargo, históricamente podemos encontrar estas palabras no solo en literatura de ficción, o en ensayos basados en estrategias políticas o militares.

La obediencia fue, y todavía sigue siendo, una preocupación central de muchos expertos con respecto a la educación del ser humano, sobretodo en los primeros años de vida.

Creo que no explico nada nuevo si comparto la reflexión de que en cada época histórica han existido algunas ideas que han regido los valores educativos que se deseaban transmitir entre las nuevas generaciones con el fin de que fueran colaboradores o cuanto menos, no estorbaran, a los poderes políticos predominantes.

La entrega de la propia voluntad en beneficio de un bien común, es una estrategia manipulativa de control social, que todavía hoy continuamos encontrando, y que nada tiene que ver con la auténtica solidaridad.

No pretendo en un espacio tan pequeño hacer un análisis exhaustivo de las estrategias de manipulación a la que se han visto sometidos los seres humanos por intereses ajenos, en diferentes momentos históricos.

Sin embargo, quisiera traeros el trabajo de una autora extraordinaria, como muestra significativa que representa otro ámbito en el que la voluntad del ser humano ha sido manipulada: el de la pedagogía y educación de los niños y niñas.

«Por tu propio bien»: La pedagogía negra

Hablamos de Alice Miller, una psicóloga que se especializó en el estudio de la relación entre los traumas infantiles y las enfermedades mentales. En concreto os compartiré ahora un fragmento de su libro “Por tu propio bien”, el cual, justamente nos habla de las ideas pedagógicas que permitieron crear una mentalidad de “obediencia a la autoridad superior” en muchas generaciones desde la más tierna infancia,.

En este libro Miller cita numerosas publicaciones de libros en los que se dan instrucciones para “educar” a los niños en la obediencia a la autoridad, anulando su voluntad desde sus primeros años de vida.

Como os decía, a continuación os compartiré un fragmento de este libro de Alice Miller, que corresponden a una selección de textos de la obra “Pedagogía negra” de 1977, donde se comprende el nivel de manipulación y maltrato de la infancia del que se hablaba en los libros de Pedagogía expertos en el 1700 y 1800, de manera totalmente consciente y sin tapujos.

“Un niño acostumbrado a obedecer a sus padres se someterá con gusto a las leyes y normas de la razón cuando sea dueño y señor de sus actos, pues ya estará habituado a no actuar según su propia voluntad. Esta obediencia es tan importante que, a decir verdad, toda la educación no es otra cosa que el aprendizaje de la obediencia. Es un principio universalmente reconocido que las personas de alto rango, llamadas a regir los destinos de naciones enteras, tienen que aprender el arte de gobernar empezando por la obediencia. “Quien no sabe obedecer, no sabe gobernar”: pero la única razón que explica esto es que la obediencia enseña al hombre a respetar debidamente las leyes, primera cualidad de un gobernante. Así pues, en cuanto hayamos logrado expulsar la testarudez del tierno espíritu de los niños gracias a nuestro esfuerzo inicial, el objetivo fundamental de nuestra tarea deberá consistir en inculcarles la obediencia, cosa no muy fácil. Es perfectamente natural que el alma infantil quiera salirse con la suya, y si las cosas no se han hecho debidamente en los dos primeros años, más tarde será difícil conseguir el objetivo. Estos primeros años presentan, entre otras, la ventaja de que podemos emplear la violencia y la coerción. Con el tiempo, los niños olvidan todo cuanto les ocurrió en la primera infancia. Si en aquella etpaa podemos despojarlos de su voluntad, nunca más volverán a recordar que tuvieron una y, precisamente por eso, la severidad que sea necesario aplicar no tendrá ninguna consecuencia grave”.

Lo increíble de los métodos que se difundían es que parten de un conocimiento de la psicología en realidad en algunos aspectos, muy certera, pues hoy sabemos que no hay un recuerdo consciente de los maltratos recibidos en los primeros años, y que todo aquello que sea realizado a través de castigos tiene como consecuencia la anulación progresiva de la voluntad y la autoestima.

Se trata de técnicas de condicionamiento temprano destinadas, nos dice Miller, a no darnos cuenta de lo que en realidad nos ocurre. Es decir, a disminuir nuestra consciencia. Y de este modo prepararnos para la obediencia sólo en ámbito familiar, sino a otras autoridades a las que entregaremos, sin darnos, cuenta nuestra libertad de elegir.

Lo que no cuentan aquellos autores, claro está, son las terribles consecuencias que tienen en los niños los maltratos, a medio y largo plazo, tal como apunta la psicoanalista: neurosis y psicosis, nos dice, son consecuencia de traumas reprimidos, pues son inconscientes. Miller comenta que estos traumas son mucho peor que los reales, por duros que sean, como por ejemplo, el hambre o la guerra, ya que estas situaciones pueden ser recordadas y elaboradas de manera consciente, con la ayuda de un profesional, y ser transformadas.

Suya es la cita:

“La experiencia nos enseña que, en la lucha contra las enfermedades psíquicas, únicamente disponemos, a la larga, de una sola arma: encontrar emocionalmente la verdad de la historia única y singular de nuestra infancia”.

Nos puede parecer que hemos superado completamente esta época histórica porque ha desaparecido el apoyo legal que tenía el maltrato infantil. Sin embargo, y aunque hayan leyes que prohíban todo tipo de maltrato, todavía sigue siendo una triste realidad en muchos rincones del mundo.

Es cierto que en muchos contextos la Pedagogía Negra ha desaparecido, cuanto menos en su dimensión más física. Sin embargo, aquellos territorios grises, en los que se mueven todavía las sutiles manipulaciones a la infancia, en ocasiones fruto un estilo de vida de los adultos, tal vez incompatible, ajeno a la esencia y necesidades de los niños, o de una biografía cuyos problemas no se han elaborado, son los más difíciles de detectar y de cambiar.

Y esto es porque la transformación interior y de mirada que requiere cambiar el paradigma, requiere de un proceso de cambio de consciencia del adulto que es, en realidad, muy complejo, ya que engloba tanto su relación con el mundo, como el trabajo de sanación de su propia infancia.

La palabra “obediencia” continúa apareciendo todavía como un objetivo central en muchos métodos educativos y de disciplina centrados en el comportamiento y los resultados.

Théophile_Duverger «La Leçon»

Y en nuestra vida como adultos, son demasiadas las ocasiones en las que no tomamos responsabilidad de nuestras propias acciones, y nos expresamos como si hubiéramos renunciado al ejercicio de nuestra propia voluntad y fuéramos gobernados por fuerzas externas de todo tipo.

Esta reflexión aparece de manera muy clara en el libro “La Comunicación no Violenta” de Marshall Rosenberg, del que os he hablado en el blog en varias ocasiones.

Así, según Rosenberg, renunciamos a nuestra responsabilidad personal, y con ello, a nuestra voluntad, cuando decimos:

Órdenes de la autoridad: “Mentí al cliente porque mi jefe me ordenó que lo hiciera”.

Políticas, normas y reglas institucionales: “Tengo que expulsarte por esta infracción porque esta es la política de la escuela”.

Presiones de grupo: “Comencé a fumar porque todos mis amigos lo hacían”.

Lo que hacen los demás: “He pegado a mi hijo porque ha cruzado la calle”.

Tienes más ejemplos de frases en este artículo: Comunicación y responsabilidad – EBECA

El paso de una pedagogía negra a una blanca llevará su tiempo. Todavía hoy vivimos en una sociedad que necesita reflexionar mucho sobre la propia responsabilidad personal.

Nosotros, los adultos que somos guías de nuestros hijos y alumnos, necesitamos seguramente curar muchas heridas de nuestra propia infancia y reflexionar acerca de los mecanismos que nos llevan a delegar nuestras decisiones a terceros, en muchos ámbitos de nuestra vida en los que no sería deseable.

Es necesario que llevemos atención a esos lugares, como nos comenta Rosenberg, donde estamos simplemente obedeciendo los mandatos de órdenes externas

Alternativas a la obediencia ciega

Lo contrario de anular la voluntad es, en realidad, acompañarla, cuidarla. Según el padre de la pedagogía Waldorf, Rudolf Steiner, los primeros siete años de vida están precisamente caracterizados por una gran voluntad de conocer el mundo. La voluntad será una condición indispensable para que, cuando llegue a la edad adulta, pueda ser un hombre libre. Las otras dos son la capacidad de sentir y la de pensar.

La preocupación de todo educador, o la pregunta que debería hacerse, si nuestro objetivo no es la obediencia sino el desarrollo del niño, es: ¿Cómo puedo hacer para que el niño no pierda esa voluntad con la que nace?

Y también ¿Cómo puedo cambiar el rol de guía que da simplemente órdenes al de acompañante de los procesos que se dan en cada etapa de la infancia?

Son muchos los autores que han contribuido desde hace décadas a ir deconstruyendo la imagen del niño como ser “maligno” al cual es necesario “domar” cuanto antes para que no se pierda por el camino del mal.

Gracias a autores como Jespeer Juul, autor del libro “Su hijo, una persona competente”, hoy sabemos que el niño, cuando es respetado en sus necesidades, tiende de manera natural a la cooperación con el medio en el que vive, sin necesidad de utilizar castigos de ningún tipo.

Los retos a los que nos enfrentamos los adultos para confiar completamente en este nuevo paradigma son muchísimos. Si abandonamos los viejos métodos de coerción, ¿con qué herramientas nos quedamos?

Sentimos como una especie de salto al vacío el paso del concepto de obediencia al de cooperación, pensando que en ese cambio educativo perderemos todo tipo de valores, referencias, perderemos también la autoridad. Que no podremos ser más un guía para la infancia y que ésta irá a la deriva.

Educar al niño a través del diálogo, la escucha, la comprensión de las necesidades de cada etapa evolutiva, el desarrollo progresivo de la consciencia, y el ejercicio lento y progresivo de la responsabilidad personal, requiere que el adulto lo haga en primera persona, se deshaga la posible herencia de su pasado, y aprenda a detectar qué ámbitos de su vida han entrado en piloto automático, delegando su voluntad en beneficio de otros.

Este cambio educativo requiere un doble trabajo: personal e individual del adulto, y de conocimiento profundo del niño y de las herramientas que pueden ayudarnos, que sustituyan las antiguas, y que no impliquen romper el vínculo ni su autoestima.

Gracias a este gran trabajo que podemos realizar de cambio de mentalidad en la educación, podemos, en realidad, ofrecer muchísimo al mundo.

Porque, al contrario de lo que nos querían hacer creer los libros de pedagogía difundidos en el pasado, este nuevo paradigma educativo, basado en la cooperación, no trata de avanzar hacia un individualismo egoico, sino de reinventar el concepto de comunidad en el siglo XXI, uniendo los dones de cada individualidad para, en ocasiones, unirlos por un bien común, pero desde la propia libertad y no desde la anulación de la voluntad individual.

Este nuevo concepto de colaboración, que es el que, bajo mi punto de vista corresponde a nuestro tiempo, es mucho más horizontal. Es lo que yo llamo un acto creativo comunitario, porque supone la unión de muchas individualidades.

Si conseguimos que las nuevas generaciones nazcan ya con esa experiencia de vida, y logramos sustituir el antiguo mecanismo de la obediencia ciega a un superior, que uniformiza y elimina las posibilidades de crecimiento personal de quienes están en la parte más baja de la pirámide, estaremos participando en un cambio histórico.

Cuando una gran cantidad de ciudadanos hayan crecido acompañados desde el amor y no el miedo, será mucho más difícil que en nuestra sociedad nazcan leyes y situaciones que beneficien solo a unos pocos, o que vivamos las consecuencias de decisiones de las que en ningún momento hemos participado.

Si deseas profundizar en un nuevo paradigma educativo que no anule la voluntad, y que cambie el concepto de obediencia por el de cooperación creativa, respetando la voluntad y la conexión con uno mismo, ahora tienes dos oportunidades.

Para trabajar la comunicación entre adultos, tienes el curso Comunicación y Creatividad.

Y para desarrollar nuevas herramientas para utilizar con niños, tienes el curso Crear, Jugar, Amar, dedicado a la Comunicación en la etapa 0-12.

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SOBRE LA AUTORA

Maria Folch. Artista, educadora artística, terapeuta de flores de Bach y Reiki, asesora formada en Crianza Positiva y Pedagogía Waldorf. Vive y trabaja en Reggio Emilia, Italia. Realiza formaciones y asesoramientos a personas individuales, familias o escuelas en las que une recursos creativos en versión sostenible, y de crecimiento personal. Divulgadora a través de este blog www.ebeca.org



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